Dios creo todo cuanto existe y tiene la absoluta potestad de usar cada elemento de su creación para revelar su verdad y las más profundas enseñanzas a nuestro corazón.
Con la parábola del trigo y la cizaña él nos permite ver el fenómeno que descubrimos en nuestra sociedad en donde vemos personas que se dicen ser creyentes en realidad no lo son, y vemos también la voluntad de Dios al permitir la coexistencia de ellos en medio de los verdaderos creyentes nacidos de nuevo. Aunque juntos estén allí en el mismo campo, ya sea el mundo, la comunidad e incluso la iglesia como asamblea de creyentes, hay algo que les distingue. Los dos son parecidos, tienen las mismas características, su forma, su tamaño y hasta su color, lo que haría pasar inadvertida su presencia en el campo pero al momento de ofrecer su fruto allí no existe confusión alguna. Jesús dijo en Mateo 7:20 “por sus frutos los conoceréis.”
Es fácil pararse en la puerta de una congragación y señalar uno a uno para concluir quien a nuestro juicio es buena semilla y quien es “hierba mala” pero Dios no nos ha llamado a ello, ni siquiera le permite a los ángeles que arranquen a los impostores y la razón es porque él tiene cuidado de sus hijos. Aunque haya coexistencia en la misma iglesia, no debemos tomar acciones porque Jesús advirtió que “las puertas del infierno no prevalecerán contra su iglesia” (Mateo 16:18). Cual es nuestra parte entonces? Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos. (Proverbios 4:26) No esta bien analizar a los demás en este sentido, pero si lo esta analizarme a mi mismo y en nuestro diario vivir renovar cada día nuestra mente (efesios 4:23) para llegar a pensar tal y como Cristo piensa (1 Corintios 2:16) y cuando el Dios de amor te tome para deleitarse con tus frutos y te compare con otra planta muy similar a ti, que él pueda decir: “Son parecidos, pero no iguales”