Un Dictador Derrocado

gorra“Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

!!Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”
(Romanos 7:23-24)

 El 16 de agosto del 2003 se daba la noticia de la muerte de El ex dictador de Uganda Idi Amín Dadá a sus 78 años, en una clínica de Arabia Saudí donde llevaba ingresado desde julio debido a una hipertensión y “fatiga general” que le llevó al estado de coma por más de un mes.

Amín, que dirigió su país de forma despótica y sanguinaria, se refugió inicialmente en Libia en 1979 para exilarse definitivamente en Arabia Saudi, donde las noticias sobre su hospitalización comenzaron a divulgarse un mes antes de su muerte. En Arabia Saudí, en la ciudad de Jeddah, ha sido enterrado, confirmo uno de sus hijos a Reuters.

El régimen de uno de los más déspotas dirigentes africanos fue acusado de asesinar a más de 400.000 personas durante su mandato, además de expulsar a decenas de miles de asiáticos del país.

Desde el día en que fue derrocado y hasta la fecha de su muerte, la ansiedad y el miedo fueron el diario vivir del pueblo de Uganda. La razón? Porque la gran mayoría no quería que regresara jamás al poder, sin embargo algunos pocos permanecían leales a el y esperaban su regreso.

De la misma manera el creyente en Cristo libra una batalla en su diario caminar contra el diablo, el mundo y la carne quienes, como dictadores derrocados, desean siempre regresar al poder y tomar control. Es un alivio encontrar la respuesta a la pregunta de Pablo: “Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 7:25) Solamente su poder victorioso me libra diariamente de este cuerpo de muerte.

Si Jesucristo está en el centro de tu vida, la batalla ya ha sido ganada en el calvario, solo basta descansar y confiar en el, sabiendo  que Una vez libres de la esclavitud del pecado, ustedes han entrado al servicio de la justicia. (Romanos 6:18)